Yo defiendo que no les robemos su oportunidad

Siempre cuento que soy un afortunado porque llegué a este país en avión y no en patera jugándome la vida. Nací en Nubia, en la parte olvidada de Egipto donde no había ni luz ni agua corriente. Cuando fui un niño conocí lo que es pasar hambre, tener angustia y miedo. Eso me ha hecho fuerte. Pero he tenido una oportunidad. Una oportunidad de salir de un país en dictadura y de poder empezar fuera un proyecto de vida.

Hoy veo con tristeza que muchas personas no tienen esa oportunidad. Miro desolado a los millones de personas que huyen despavoridas de su tierra por la guerra, por la pobreza, por la desesperación, por la depredación del entorno. Solo el año pasado el Banco Mundial cifró en 60 millones las personas desplazadas por la fuerza en el mundo, y esta cifra no ha dejado de crecer. Y miro desolado cómo les estamos dando la espalda. Los desplazamientos forzosos son una realidad acuciante y llamativa, como en el caso de Siria, pero pueden también no acaparar la atención mediática cada día como sucede en Latinoamérica y en otras partes del mundo.

Ayer fui yo, hoy son ellos, mañana puedes ser tú. Salir de donde uno ha nacido debe ser una oportunidad que toda persona puede libremente escoger como proyecto de vida, pero no una opción a la que te empujen. Lo deseable sería que nadie tuviera que salir huyendo y que los países tuvieran un desarrollo sostenible que ofrezcan una vida a sus habitantes. Pero mientras que esto siga siendo un objetivo sobre el papel y una realidad lejana, ninguno de nosotros podemos quitar a nadie el derecho a tener una oportunidad. No nos sintamos amenazados por su presencia.